27 oct 2009

 

Lo que se pierde reúne siete relatos que dan cuenta de un mundo por momentos absurdo, sórdido, perverso. Los modos en que los personajes se vinculan con su entorno son formas de la violencia, cuyo mejor registro suele hallarse en los cuerpos de los propios personajes. Por eso, aquí no sólo es importante que los personajes nos hablan con su voz, sino que también tienen un cuerpo, y ese cuerpo nos habla.
   
Hace unos años, Elsa Drucaroff señaló en un artículo que los textos de Alejandra Zina se relacionan lejanamente con un “realismo social”, ahora “menos dramático y urgente”. Sobre ese fondo de realismo, el tono de los textos de Alejandra Zina explora sus posibilidades. Hay gradaciones, matices. En “Baldío”, el tono parece hallar la tensión poética precisa. En esa línea se encuentra un texto de reciente aparición, “El almacén”, publicado en la edición de junio de la revista “Mil Mamuts”.
   
En una época como la nuestra, en la que cualquier rasgo de realismo frecuentemente es tratado con desdén, la tarea es ardua. Dentro de lo que se considera realismo coexisten diferentes tendencias, más o menos apegadas a un modelo realista tradicional. En los cuentos de Alejandra Zina, existe la referencia de la ficción a “lo real”, pero a “lo real” entendido como un equívoco. Es ante lo equívoco que los personajes viven como sueñan: solos.
   
* Alejandra Zina nació en Buenos Aires en 1973. Publicó dos antologías: Erótica Argentina (Buenos Aires, Atril, 2000) y, en coautoría, En primera persona. Correspondencia argentina en dos siglos (Buenos Aires, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2004). Lo que se pierde, su primer libro de cuentos, fue publicado en 2005 por la editorial “Carne Argentina”. Da talleres de escritura en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica.

4 comentarios:

  1. Interesante reflexión, Hernán. Saludo la nueva empresa!

    ResponderEliminar
  2. saludo antes de escribir, ya me borró el cosmos una vez, ahora reencarné

    ResponderEliminar
  3. Soñamos como vivimos, solos.
    Pero a veces ni vivimos, ni soñamos, simplemente estamos solos.
    Este se espacio se abrió sin pedir permiso, y me encontró sola, mirando horrorizada mi biblioteca.
    Es que tal vez no podamos ni vivir, ni soñar, y lo único que se nos está permitido sea ubicar mecánicamente libros en anaqueles, y la soledad es tan hiriente, y ya no queda lugar para la anotación al margen, porque no hay sueños, sueños de disfrutar libertinamente de un libro.
    Ansias de tragarse un libro, una película, una revista literaria.
    Sí, ahí los veo, mis queridos libros de literatura, mis custodios de historias tan amadas, que forman parte de otro tejido, el de mis propios órganos.
    En este espacio que se abre, y que a veces se cierra subrepticiamente en las redes informáticas, quiero decir, simplemente, que amo profundamente a la literatura, y celebro en ella a todos quienes, en forma oral, en forma escrita, han creado esa fisura necesaria para seguir sintiéndonos humanos.

    ResponderEliminar